miércoles, 24 de julio de 2013

El anti progresismo

(a pedido del diario El Pueblo de Villaguay para el suplemento rural de Agosto de 2013)

Que el ruralismo representa poco electorado, puede ser una verdad; pero lo que también es una gran verdad es que este sector es un engranaje fundamental en la economía nacional.

Es anti progresista no incentivar la producción de alimentos cuando se lo puede traducir en abaratar la mesa de los argentinos y a la vez  generando mas empleo directo e indirecto, mayor recaudación para una mejor distribución de la riqueza  ayudando a otros sectores mas postergados,  y hasta ingreso de divisas que el mismo gobierno las está necesitando.

Cualquier gobierno debería estar orgulloso de poder contar con productores agropecuarios como los argentinos, que son de los mas eficientes del mundo. Sólo necesitan un par de reglas claras y al día siguiente se ponen a producir más y mejor.

Además, es un deber moral producir alimentos en un mundo donde hay hambre. Y nuestro país tiene capacidad ociosa para duplicar su producción.

Cuando esto se asuma, el destino del país será de pleno empleo y sin pobreza. Pero mientras, vamos desandando la era de la mala administración, el derroche y de la concentración de la producción en cada vez menos manos.

Y en este camino los que la pasan mal son los productores más chicos, acorralados por los costos siempre crecientes, una presión impositiva nunca vista y un Estado socio en las ganancias y no en las pérdidas. Y esto también es anti progresista.

A estos productores mas chicos, por sus modos humildes,  no se los ve desde las ciudades,  ni de los escritorios de políticos que miran sólo estadísticas en papeles.

Además, en su crítica situación, han quedado guachos de representación gremial. Ya que su entidad, a nivel nacional, está maneada en una sociedad de enlace, y su representante hace tiempo que confundió gremialismo con fuerza de choque, y en lugar de gestionar soluciones se dedica a insultar a quienes pueden darle la solución.

A estos pequeños productores, los he visto tener que despedir empleados con dolor, porque para el un empleado es un compañero de trabajo; los he escuchado decirme, también con dolor, que no pueden recomendar a sus hijos que sigan su camino.

Estos productores, al ser expulsados del sistema, están siendo expulsados de su forma de vida y de su cultura.

Pensar este cambio como un proceso normal de un cambio de época o del progreso, es un grave error. A este pequeño productor hay que darle soluciones urgentes con políticas segmentadas para detener la concentración de la producción y el éxodo de la gente del campo a las ciudades.